Mito, uso de hormonas en pollos para hacerlos crecer

El uso de hormonas para el crecimiento de pollos destinados al consumo humano es un mito. Nunca se han utilizado ni se utilizarán porque no son necesarias; además, su costo las hace inviables, afirmó Pilar Castañeda, académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.

En México la carne de pollo es la más consumida: de 30 a 32 kilogramos por persona al año, debido principalmente a que es la más barata y accesible para la población.

«Su consumo es seguro, pues además de estar libre de hormonas, tiene bondades importantes para la dieta: carece de ‘marmoleo’ o grasa entre las fibras musculares, a diferencia del cerdo y la res; el pollo tiene la habilidad de depositar la grasa en la piel. Es fuente de fósforo, calcio, magnesio, vitamina B3, ácido fólico y hierro, entre otros nutrimentos; es proteína altamente digestible, por eso se recomienda a los enfermos».

Nuestro país está ubicado en el top ten de los productores de carne de pollo y huevo del mundo, con el sexto y cuarto lugares, respectivamente. En América, sólo Brasil y Estados Unidos son más relevantes. Somos el consumidor número uno de huevo en el orbe, con una caja por persona al año: alrededor de 22 kilogramos.

La especialista explicó que uno de los factores que ha hecho que la avicultura crezca a ese nivel es la tecnificación. La de aves es la producción pecuaria que más tecnología emplea, tanto que es posible colocar vacunas a nivel embrionario con ayuda de robots.

La cría de pollos es «muy noble», porque son animales «tremendamente eficientes» para convertir el grano en carne, y rápidamente ganar el peso que se requiere para su comercialización.

Hormonas, poco factibles

Castañeda, consejera del Instituto Nacional Avícola, acentuó que la principal razón para descartar el uso de hormonas en los pollos es la económica, «no son costeables». Además, en un ciclo de vida largo de esta ave (10 semanas) no habría tiempo suficiente para que las hormonas tuvieran efecto, así que su uso no reportaría beneficio alguno.

No obstante, el mito de su uso continúa y no es fácil encontrar referencias al respecto, señaló Castañeda. En la década de los 50, en Europa hubo un problema de niños con precocidad en genitales. Después de una investigación se encontró dietilestilbestrol en la comida para bebés.

«Al parecer esa hormona se utilizaba en bovinos, pero actualmente está prohibida en nuestro país y en muchas otras naciones. Así pudo surgir la idea de que en todas las especies se utilizan, pero es mentira».

Se han hecho experimentos consistentes en inyectar a diario, durante 49 días, hormonas de crecimiento a pollos, y no hubo beneficios; las aves pesaron lo mismo que las que no estaban inyectadas, aseguró.

Mejoramiento genético

En la década de 1950 un pollo alcanzaba el peso de mercado en 10 u 11 semanas, actualmente lo hace en siete, debido a varios factores, uno de ellos es el mejoramiento genético.

«En una población se eligen los mejores animales: a los que crecen más rápido con la alimentación y desarrollan mayor masa muscular se les cruza entre ellos».

Luego se agregan animales que muestran características de otras poblaciones, hasta llegar a un nivel donde los padres heredan esas particulares a sus descendientes. Este mejoramiento ha sido desarrollado por más de 100 años, y con mucho tiempo y dinero se obtienen estirpes genéticas.

Pilar Castañeda reconoció que México tiene dependencia genética, pues las empresas compran en el extranjero parvadas progenitoras y reproductoras, que darán origen a los pollos de engorda.

La gente cree que el pollo que consumía hace 30 o 50 años es igual al de ahora, pero hoy expresan todo su potencial genético gracias a factores como la nutrición, un programa de medicina preventiva, instalaciones adecuadas y alejadas de zonas habitacionales, fábricas y otro tipo de explotaciones pecuarias, con bioseguridad y un ‘vacío sanitario’ (estricta limpieza).

En el Instituto Nacional Avícola participan expertos de 12 instituciones de docencia e investigación, médicos, ingenieros en alimentos, nutriólogos, veterinarios e ingenieros químicos, quienes se han dado a la tarea de informar que el uso de hormonas en pollo es falso, concluyó.

UNAM

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