Los bosques tropicales, también conocidos como selvas, son los ecosistemas terrestres más biodiversos del planeta, con más del 50 por ciento de todas las especies de microorganismos, hongos, plantas y animales. Son fundamentales para la regulación del ciclo del agua, evitan inundaciones, reducen los efectos del cambio climático producido por el hombre, contribuyen a reducir riesgos de derrumbes y deslizamientos, y ofrecen múltiples recursos alimenticios y medicinales, por ejemplo.
No obstante, también son los más amenazados. En México se estima que se ha perdido más del 70 por ciento de las selvas que el país tenía a lo largo de las costas del Golfo de México, del Océano Pacifico y en la Península de Yucatán. Como en la mayor parte de la América tropical, esa pérdida es resultado, principalmente, de la deforestación para la conversión de selvas a sistemas agropecuarios, sobre todo aquellos que son extensivos para el desarrollo de monocultivos.
«Su pérdida y degradación contribuye a la llamada sexta extinción masiva de especies, y de perderlas habrá complicaciones graves para la humanidad, pues su función es vital para la existencia de los seres humanos», alertó Miguel Martínez Ramos, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM.
En el marco del Día Internacional de la Preservación de Bosques Tropicales, que se conmemora hoy, 26 de junio, el universitario añadió que la humanidad es parte integral de los ecosistemas, y sus actividades cotidianas los impactan, generalmente de manera negativa, y con ello se afecta la salud del planeta, pues si se suman las acciones de los casi ocho mil millones de habitantes, se tendrá una maquinaria que transforma todo.
Por ejemplo, los ecosistemas con alta diversidad natural, como las selvas, han sido reemplazados por sistemas industrializados para la producción de alimentos que los seres humanos y animales domésticos (incluidos gallinas, cerdos, cabras, borregos y vacas, entre otros) consumen a diario.
Pero con políticas públicas adecuadas y el trabajo con comunidades locales se puede lograr un balance entre la conservación de selvas y la producción de alimentos, afirmó el académico. «Es posible crear paisajes en forma de mosaicos, donde se incluyan selvas maduras y secundarias, así como sistemas agroforestales y silvopastoriles que combinen el desarrollo de plantas y animales de interés agropecuario con la biodiversidad nativa de cada región, con bases agroecológicas».
Los científicos aportan conocimiento para contribuir a la conservación de la diversidad biológica de cada región, tomando en cuenta la producción, biodiversidad y capacidad de renovación de las selvas bajo diferentes escenarios de manejo de paisajes en mosaico, subrayó. De esta manera se impulsan acciones para reducir problemas ambientales como la pérdida del suelo, la contaminación de mantos acuíferos y las emisiones de dióxido de carbono.
En el país existen experiencias comunitarias donde se utilizan los recursos naturales de manera sustentables. Ejemplo de ello son los programas de manejo del bosque, basados en una renovación natural del ecosistema: se extrae la cantidad de madera que no implique un problema para la recuperación, y ésta se usa para la manufactura de muebles o de otros productos que ayuden a mantener la estabilidad económica, como ocurre en algunas comunidades de Michoacán (en San Juan Nuevo Parangaricutiro) y Oaxaca (en Ixtlán de Juárez).
La ecología como ciencia
México es uno de los países de Latinoamérica donde la ecología como ciencia se ha desarrollado de la mejor manera. Los programas de licenciatura, maestría y doctorado en el área permiten formar a profesionales e investigadores que podrán contribuir a solucionar problemas ambientales.
Es primordial la formación de jóvenes para realizar trabajo interdisciplinario, encaminado a la solución de problemas comunes a través de la confluencia de diferentes disciplinas. Es el caso del desarrollo sustentable, con un balance entre la producción y conservación en áreas rurales y urbanas.
La ecología aún debe avanzar, reconoció Martínez Ramos. «Lo que pasa dentro y fuera de las reservas debe entenderse de la mejor manera para enfrentar problemas ambientales y evitar la pérdida de ecosistemas y biodiversidad; deben ser estudiados de manera integral, con enfoques sociales, económicos, políticos, culturales y ecológicos, y con la participación de las personas involucradas».
Existen acuerdos internaciones que establecen objetivos para alcanzar un equilibrio entre conservación y deforestación en zonas tropicales, que se pueden establecer a nivel nacional, estatal y municipal. Al respecto, el universitario habló de la necesidad de difundir información sobre el beneficio ambiental de estos ecosistemas, que puede ir de la mano con desarrollo económico para los mismos pobladores y, por ende, para el país.