La vida de varias poblaciones del centro y sureste mexicano se trastocó cuando en septiembre de 2017 cesó el repique de campanas. Si se considera que una buena parte de los más de dos mil inmuebles dañados tras los sismos de ese mes, son de carácter religioso, y que al menos cada iglesia tiene una o un par de campanas, e inclusive algunas poseen una decena, “se puede pensar en alrededor de seis mil campanas que en algún momento detuvieron su sonido”.
Lo anterior es una estimación de la especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Jannen Contreras Vargas, una de las coordinadoras del Segundo Congreso de Conservación de Campanas que se llevará a cabo del 2 al 4 de mayo en la ciudad de Oaxaca, donde una treintena de ponentes nacionales y extranjeros, en particular de España, abordarán la problemática de preservar estos instrumentos aparentemente modestos, pero cuyo redoble marca el calendario festivo-ritual, cotidiano, de miles de comunidades.
Pese a la disponibilidad de relojes y otros medios para medir el tiempo, “las campanas forman parte del paisaje sonoro y todavía nos señalan las horas, las fiestas, el fallecimiento de alguien, una emergencia. Intervienen en aspectos organizativos, de integración social y, obviamente, de índole espiritual”, reflexionan Jannen Contreras e Ingrid Jiménez, docentes e investigadoras de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), una de las instituciones involucradas en la organización de este encuentro académico.
Ambas añaden que la “necesidad” de escuchar el repique de las campanas, llevó a muchas poblaciones afectadas a recogerlas y colocarlas en árboles o soportes temporales para que cumplieran con su función de llamada. “Es interesante que ninguna parece haberse roto en las caídas, aunque sí se deformaron o rompieron algunas coronas, elemento que se amarra de la campana”.
Entre los retos para su adecuada conservación, está el establecer un lenguaje común entre restauradores, arquitectos y autoridades vinculadas a la reconstrucción, que permita entender los elementos y funcionamiento de campanas y campanarios. Esto contribuiría a una interpretación más integral de su comportamiento, función, utilidad y, por tanto, de sus necesidades de restauración, evitando propuestas de intervención desde supuestos inconvenientes o parciales.
Tal es el camino por el que quieren transitar los participantes del congreso, la mayoría provenientes de la ENCRyM, la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) y de los centros estatales del INAH involucrados en la reconstrucción. También colaboran especialistas de la Fundación Alfredo Harp Helú, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; los institutos Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, y del Patrimonio Cultural de España; la Generalitat Valenciana, el Conservatorio Profesional de Música de Valencia, la Universitat de València, así como campaneros de Puebla y Michoacán.
Las temáticas que tratarán en el Centro Cultural San Pablo y en el Museo de las Culturas de Oaxaca, sedes del encuentro, son el conocimiento material e inmaterial de las campanas, su problemática de conservación y restauración, su función y su contexto —especialmente el social—, además de las acciones que se han desarrollado para su salvaguarda a consecuencia de los sismos de septiembre de 2017.
Jannen Contreras y la también restauradora Daniela Lira comentan que la intención es ampliar el horizonte de la campana, que más allá de un objeto metálico forma parte de un complejo sistema sonoro integrado por campana, sistemas de percusión, anclaje y soporte, así como los campanarios y espadañas. “Como lo ha señalado por décadas el doctor Francesc Llop I Bayo, uno de los conferencistas participantes, se sabe que el instrumento musical es el campanario con las campanas.
“Hablar de restauración de campanas es bastante complejo, existen pocos antecedentes de verdadera intervención, lo que se ha hecho son reparaciones, refundiciones, así que debemos entender al objeto con su entorno, cuál es la importancia de cada elemento, y cuáles las necesidades para que se mantenga o recupere su eficacia. Esto va desde el estudio antropológico al análisis de la composición de la aleación, sin olvidar la verificación de los elementos arquitectónicos y el aseguramiento de su estabilidad”.
Sobre los límites de la intervención de campanas, un tema que tratará junto a su colega Ángel García Abajo, la restauradora Jannen Contreras indica que proponen manejar el concepto de «identidad material» de la campana, el cual engloba el perfil interior, la composición, las dimensiones y las decoraciones, entre otros. Estos elementos, al no estar debidamente documentados, suelen perderse en los casos en que hay refundiciones.
“Existen diversas opiniones sobe el papel de las campanas en la estabilidad de campanarios y espadañas, hay quienes opinan que su peso ayudó a estabilizarlos, mientras que otros suponen que en general el balanceo y vibración de las campanas causó su falla. Nuestras observaciones indican que no puede haber un criterio uniforme para juzgar el papel de las campanas en la estabilidad y reacción del elemento arquitectónico frente a los sismos.
“En nuestra opinión, el comportamiento depende de su fábrica, sistemas constructivos, pesos y distribución de las campanas, de los materiales de los anclajes a muros, los amarres, tipo de suelo y del tipo de movimiento que se presentó durante el sismo. Lo que hemos visto es que varios factores incidieron en el aumento de los daños, en general la falta de un diseño adecuado de las intervenciones, caso de la sustitución irreflexiva de materiales orgánicos flexibles, por otros más rígidos”.
Personal del Centro INAH Oaxaca indica que la mayor cantidad de casos de campanarios dañados se debe a un mal diseño de las intervenciones, mucho más que a los materiales empleados. “Existen tantas posibilidades como inmuebles, y falta mucho trabajo interdisciplinario para poder presentar hipótesis viables que expliquen de manera útil los daños observados”, concluye Jannen Contreras.
INAH