Por: Luis Navarro Arteaga
La familia en el cine mexicano es un tema recurrente. Desde la figura paterna encarnada por el tío bueno y noble de Nosotros los pobres, hasta la más reciente búsqueda de un padre para un bebé concebido en una noche de fiesta en Qué culpa tiene el niño.
Así que Roma de Alfonso Cuarón no aborda un tema distinto a lo que prácticamente se viene presentando desde el inicio de la aventura cinematográfica mexicana, sin embargo, desde su experiencia el director nos entrega el relato de los pormenores de una familia y la explotación laboral que ejerce sobre sus empleadas domésticas al principio de los difíciles años 70 en la Ciudad de México.
La cinta filmada en blanco y negro y qué ha ganado ya el León de Oro en Venecia, es una oda a la esperanza y a la fortaleza de las mujeres, pero al mismo tiempo revela la explotación laboral de las empleadas domésticas y pone en tela de juicio algunos de los roles tradicionales, principalmente el de las madres, que no se parecen a las típicas cabecitas blancas del cine nacional.
Una de las mayores virtudes de la película es Yalitza Aparicio, que es grandiosa y logra con algunos gestos, manifestar las emociones de Cleo, la protagonista de la historia, es una actuación magnifica que es capaz de conmovernos, enternecernos e indignarnos, pero es también un ejemplo de vida.
Hay una palabra que se ha puesto de moda, vaya hasta Juan Carlos Osorio la usó para referirse al carácter sufridor de la selección mexicana de futbol, resiliencia, que de acuerdo a los expertos refiere a quien es capaz de resistir y por tanto, superar las adversidades y que proviene de la física, dicen también los sabios, pues indica la capacidad de un cuerpo de volver a su estado inicial luego de ser deformado por presiones externas.
Pues bien, esta familia, Cleo y la propia ciudad, son resilientes pues son capaces de recuperarse tras los traumáticos momentos que viven durante el desarrollo de la historia y nos entregan un canto de esperanza.
El propio Cuarón ha revelado que la cinta es una evocación de su propia infancia y que Cleo es un personaje inspirado en su nana, pero en realidad sus recuerdos abarcan más aspectos de un México lejano, pero vigente y lo peor, doloroso, pues también trae a la memoria los viejos sonidos de las ciudades mexicanas de hace casi medio siglo, los afiladores, los vendedores, Leo Dan y Rigo Tovar, la desigualdad social, la vulnerabilidad y la injusticia.
Uno de los recuerdos más apabullantes en la obra de Cuarón es el del halconazo de 1971, cuando un cuerpo de paramilitares reprimió una manifestación de estudiantes que terminó con la muerte 100 jóvenes y que en la película es un momento crucial para la protagonista. Así se nos muestra la corrupción y todos los vicios del aberrante sistema político priista que ya en los 70 había entrado en crisis.
Roma nos presenta mujeres poderosas, madres atípicas que se atreven a cuestionar su rol, un sistema político decadente capaz de reprimir para conservar el poder y el egoísta, y hasta ridículo, actuar de los hombres, que en la cinta se diluyen para no ser más que una referencia al machismo exacerbado común a los hombres de aquellas y otras épocas, incluida la actual.
Roma está en Netflix desde el sábado y antes tuvo problemas para ser exhibida en salas, lo cual representa un obstáculo pues visualmente es deliciosa, por lo que debería ser obligatorio verla en la pantalla grande, sin embargo, es disfrutable en cualquier dispositivo.
Este drama, coloca a Alfonso Cuarón, en la cúspide los creadores cinematográficos nacionales que mejor pudieron desarrollar este género y que sin duda son los consentidos de los cinéfilos mexicanos, con Roma, el director de Gravity, que por más óscares que tenga, apenas llega para reclamar su lugar junto a Emilio Fernández o Ismael Rodríguez, los monstruos del drama hecho en México.