El 15 de marzo de 1972, hace 46 años, se estrenó El Padrino (The Godfather) de Francis Ford Coppola, considerada una de las mejores películas de la historia, incluso por encima de clásicos tan reputados como El Ciudadano Kane (Citizen Kane. Wells, 1941), es más, la cinta basada en la novela de Mario Puzzo ha encabezado decenas de encuestas en distintos países en las que cinéfilos y críticos la señalan como una de las piezas cinematográficas mejor logradas de todos los tiempos.
Por eso, resulta irresistible volver a hablar de ella, a más de cuatro décadas de haber sido estrenada, y repasar su leyenda para reconocer su vigencia, ya que nos muestra cómo la corrupción social y política merma la virtud del principal protagonista de la saga cinematográfica, Michael Corleone (Al Pacino), quien es tentado por el crimen en su afán de proteger a su familia.
En este clásico Coppola nos muestra la caída del héroe, a quien sus circunstancias le cortan las alas y lo obligan a caminar por las oscuras callejuelas de la Mafia.
Bien, El Padrino, para muchos, es la historia de Vito Corleone (Marlon Brando), un niño siciliano que ve morir a su familia a manos de la Mafia y debe huir para salvar su vida, llega a Estados Unidos, sobrevive cómo puede y en su juventud el desempleo lo lleva a convertirse en delincuente. Al paso de los años, aquel desamparado se convierte en uno de los más importantes jefes – Capo, Don, Padrino- de la Cosa Nostra en el Nueva York del primer tercio del siglo XX.
Pero no, en realidad el filme, y buena parte del libro, se trata de cómo el tercer hijo de Vito se va alejando de “los negocios de la familia” y sueña con convertirse en un ciudadano ejemplar e incrustarse en la sociedad estadounidense “normal”, algo que no preocupa a sus hermanos Sony y Fredo, integrados a las filas de las actividades ilícitas de la familia, ni mucho menos a Connie, la única hija de El Padrino.
Michael, hijo de migrante italiano, se alista en la Marina de los Estados Unidos para pelear en contra del país de su progenitor – lo que disgusta al Don- y se consigue una novia típicamente gringa, Key Adams (Diane Keaton), cuya familia había llegado al continente americano 200 años antes que los Corleone, según escribe Puzzo en las primeras páginas de la novela.
Pero, hay algo más en Michael. El busca ser diferente a los suyos, desea abandonar las filas del crimen, pero cuando su padre es baleado frente a los impávidos ojos de Fredo Corleone, el segundo hijo de Vito y trágica figura en toda la saga, llega el momento para que el héroe militar, el capitán triunfante de la Gran Guerra, se involucre en las actividades de la familia: mata a un policía y a Virgil Zolozzo, perpetrador del atentado en contra del patriarca.
Conforme continúa la historia, Michael se va alejando de todo lo que había hecho para abandonar la Cosa Nostra y se va pareciendo más a su padre, a quien quiere emular protegiendo sus negocios y, principalmente, a su familia, misma que se va a ir desmoronando conforme él vaya superando los niveles de violencia y poder que alcanzó Vito.
La caída del héroe, la corrupción del chico que soñaba con el american way of life, es mostrada claramente por Coppola en la secuencia en la que Key le pregunta a Michael si es el autor intelectual de una serie de asesinatos perpetrados contra encumbrados delincuentes. Él lo niega. Ella camina a una habitación contigua para servirse una copa.
Desde el lugar donde está Key ve cómo los hombres de confianza – los caporegime- de Vito, recientemente fallecido por causas naturales, se acercan a su esposo para decirle: “Padrino”. Albert Neri, el guardaespaldas de Michael, cierra la puerta del despacho para impedirle a ella ver la unción del nuevo Padrino. Aquel muchacho que se negaba a ser como Vito Corleone acaba de heredar el poder, los negocios y los enemigos de su padre.
A lo largo de la saga, Michael se va endureciendo y se va quedando solo. En cuanto mayor es su poder, más grandes son sus deseos de que los Corleone y sus negocios se legalicen, sin embargo, su familia se va desmoronando, algunos de sus miembros mueren, otros lo odian, los más le temen.
Este es un filme que aborda la fortaleza de los lazos familiares, una historia que señala el abuso del poder y la corrupción, nos habla de cómo trazamos nuestro propio destino a través de las decisiones que tomamos. El Padrino es un filme clásico totalmente recomendable, tanto por su guión, que prescinde de detalles de la novela y deja lo mejor de la historia: la familia y las intrigas; como por su fotografía, un tanto oscura; y sin duda, por la actuación memorable de Marlon Brando, que lo llevó a ganar un Óscar, que por cierto no aceptó para protestar sobre el trato que el cine, la televisión y la sociedad gringa le daban a los nativos americanos, en ese momento enfrascados en una lucha por sus derechos en Wounded Knee.
Además, esta cinta es muy importante en la cultura pop, pues muchas de sus frases se han hecho de uso común como esta:“le haré una oferta que no podrá rehusar”; sus escenas más famosas, como la de la cabeza del caballo o la reunión de las familias delictivas, han sido reproducidas muchas veces por distintos programas de televisión y otras películas; su tema musical es tan popular que sigue en el catálogo de sonidos para claxon de automóvil.
Por eso, y mucho más, no podemos dejar pasar la oportunidad de referirnos a esta película, que conserva su vigencia y vitalidad a 46 años de haber sido estrenada.