(CDI) En las urbes de nuestra república el carnaval imita los elementos que a nivel mundial gozan de determinado prestigio, tales como los desfiles de comparsas y disfrazados, los carros alegóricos, los combates de flores, la elección de una reina , de un rey feo, etc. Carnavales de este tipo tenemos en ciudades como Veracruz, Mazatlán, Acapulco, Manzanillo, Mérida, Campeche y Villahermosa, entre otras.
En cambio, en las comunidades indígenas, campesinas o rurales, tiene la celebración de carnaval un sello especial, a veces ritual, que difícilmente es localizable en las ciudades. Esto podemos observarlo, si reparamos en algunos aspectos de esta festividad entre los totonacas de la parte norte de la Sierra de Puebla y entre los indígenas de los Altos de Chiapas principalmente.
En las festividades carnavalescas de los totonacas se organizan dos grupos de danzantes: los «huehues» y los «mulatos». Existen diversos tipos de huehues, entre los cuales pueden distinguirse el narigón, el negro, el mestizo, las damas, los diablos y los comanches; los tres primeros bailan con las damas del huapango en casa de su capitán mientras que los últimos dos corren individualmente o por pequeños grupos en las calles del pueblo hasta encontrar una ofrenda alimenticia, destinada para ellos mediante un voto que cumplen durante cuatro años consecutivos, periodo que los diablos toman como voto para bailar.
Se identifica a los huehues con los muertos y señala que la fiesta de carnaval y la de los fieles difuntos son, para los indígenas, una sola fiesta dedicada a los muertos.
En lo que atañe a la danza de los «mulatos»- ya casi desaparecida- cuyos personajes, son además de estos, la malinche (hombre vestido de mujer), los gatos o tigres y los toros, Ichon da la significación siguiente:…»todas las fuerzas peligrosas, demoniacas, del interior de la tierra; los aires representados por los animales, son liberados una vez al año durante tres días y tres noches; después se les exorciza sacrificándolos por la mano de su propio jefe el dios del fuego (el diablo), y se les remite luego a su reducto hasta el año siguiente. Los hombres consumen su carne y su sangre, a fin de apropiarse de su poderío.
En otras regiones de la república el carnaval es conmemorado con una batalla: en Zaachila, Oaxaca, Huixquilucan (México), Huejotzingo (Puebla) y Tzucacab (Yucatán). Los participantes de éstas, en Zaachila son los diablos quienes dan de latigazos a los curas hasta hacerlos prisioneros y llevarlos ante el diablo mayor para ser juzgados en medios del aplauso y la jocosidad de los espectadores. En Huixquilucan se menciona la batalla entre dos barrios, el de San Juan y San Martín por causa de la Virgen de la Candelaria, a quien se dice, discretamente visita San Martín.
Huejotzingo es el lugar donde se concentran cientos de participantes formando grupos o batallones de zapadores, apaches, escaramuzas para perseguir al bandido «Agustín Lorenzo» y su gente, quienes han raptado a una dama. Esta representación también se lleva cabo en Nativitas, Tlaxcala.
En la zona de la Sierra zapoteca y algunos municipios de los Valles Centrales, se presenta una diversidad de elementos, danzantes y grupos ceremoniales que sería imposible enumerar. Todos ellos, sin embargo, encierran una serie de factores comunes que vuelven al Carnaval una celebración inconfundible en el conjunto de las festividades anuales. Dos factores la caracterizan: el desorden que se mantiene a través de los grupos paródicos y la transgresión de normas y roles de conducta que son constantemente alterados. En Zaachila, el grupo de Mal Viejos reproduce danzas burlescas que parodian la solemnidad de la Danza de Conquista, sustituyendo los papeles centrales por personajes carnavalescos. A esta alteración de papeles se aúna, mediante un lenguaje de humor ritual, el combate que se establece entre Diablos y Curas; aunque ambos ejércitos se presentan enmascarados, los primeros emplean látigos como armas de defensa y los segundos cruces.
Una forma más de celebración carnavalesca la observamos en lugares donde se realizan danzas tradicionales propias de fiestas religiosas. Así tenemos que Aguacatitlán presenta en esta festividad danzas de concheros, pastoras y tecuanes; Capulhuac (México) danzas de la pluma y jardineros; Acatlán (Puebla) presenta tecuanes y moros y cristianos y Huayacocotla (Veracruz), organiza danzas de negros, tocotines y moros y cristianos.
Por último, se mencionaron algunas danzas que corresponden a la época de Carnaval, aunque algunas de ellas se efectúan en otras celebraciones. Los tejorones se localizan en varios lugares de la costa de Oaxaca. Al mando de un caporal se baila el tigre, el guajolote, la tepachera, el coyote y el toro. Se disfrazan de mestizos y hacen mofa de los mismos.
Los Chinelos se localizan en diversas partes poblaciones del estado de Morelos y algunas del Estado de México, como Amecameca y Juchitepec. También en este último estado, en las localidades de Chimalhuacan y los Reyes, se presentan las danzas de cuadrillas, semejantes a las observadas en el Carnaval del estado de Tlaxcala.
En esta festividad se encuentra, como un acontecimiento sustancial, la práctica de danza y bailes exclusivos para estos días; expresiones coreográficas acordes con el carácter jocoso y burlesco del ambiente carnavalesco. En ellos participan las personas de «gusto», o sea que realizan un esfuerzo físico y económico para disfrutar de esta fiesta de manera colectiva durante uno o varios días.