No olvidemos a El Chacal

Victoriano Huerta es el Villanazo. Le decían El Chacal, le dedicaron los versos de La Cucaracha y nació en Colotlán, Jalisco, que en náhuatl significa «lugar de alacranes», nombre muy apropiado para la cuna de un perverso.

La semana pasada se cumplieron 102 años de su muerte. Obvio, a pocos les importó. Vaya, hasta Porfirio Díaz tiene fans, hace tres años, en medio de la polémica, le hicieron su estatua, pero a Huerta solo los cronistas de nuestra ciudad le reconocen algo bueno: Victoriano le impuso el nombre a Poza Rica, sin embargo, eso no es verdad, está documentado.

Lo que no se puede negar, es que el hijo de la mujer wixárica María Lázara del Refugio Márquez sí anduvo por acá a finales del siglo XIX realizando el reparto individual de las tierras del cantón de Papantla y en el de Misantla.

Todos los biógrafos de Huerta coinciden en que, durante su instrucción militar, el futuro Chacal se distinguió como un tipo ordenado y astuto, se graduó de ingeniero y se casó con una señorita veracruzana de buena familia, Emilia Águila.

Por su profesión, se encargó de realizar deslindes de tierras de los pueblos originarios que en ese momento iban a ser privatizadas. Antes de eso, los gobiernos liberales veracruzanos impulsaron la creación de condueñazgos, una figura de propiedad de la tierra que permitía a los indígenas, conservar la propiedad comunal, pero no les impedía vender.

Por ello, desde la década de 1870 hasta la de 1890, los gobiernos insistían en la privatización de la tierra de los indígenas y muchos de estos se oponían rotundamente al proceso. «Veracruz fue un laboratorio donde se puso en práctica un intento de transformación de las tierras colectivas de las comunidades étnicas en terrenos privados», dice José Luis Blanco Rosas.

Ante la oposición de los indígenas, que habían derivado ya en rebeliones, el gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa, solicitó al presidente Porfirio Díaz la presencia de una comisión militar para realizar la división de los condueñazgos en fracciones de propiedad privada. Así, en 1892, Victoriano Huerta encabezó la comisión de ingenieros (militares) encargada de realizar el reparto». (2)

La historia de Huerta en la región está muy lejos de la de «El Héroe» que bautizó a Poza Rica, pues generó muchos problemas en el cantón de Papantla, al que pertenecían los terrenos de lo que sería nuestra ciudad, pero antes, en Misantla también había generado inconformidad.

Michael Ducey en el capítulo «La economía del siglo XIX», del libro Historia General de Veracruz, refiere que Huerta hizo el reparto de tierras en Colipa a cambio (…) de una fuerte cantidad de dinero. Sin embargo, dejó el trabajo inconcluso al ser transferido a Sonora y los propietarios pasaron años reclamando la entrega de los planos y títulos a la secretaría de guerra».

Emilio Kourí en su libro Pueblo Dividido, por ejemplo, hace una serie de precisiones sobre las tareas de Huerta en la región. En primer lugar, menciona que el equipo con el que se iba a trabajar había sido adquirido con recursos del gobierno del estado y que el jalisciense nunca pagó, de hecho, fue denunciado por la Tesorería de la entidad.

Huerta también, dice Kourí, se ausentaba con frecuencia de la región para trasladarse a la Ciudad de México y como había repartido por varios lotes a los militares que lo acompañaban, los trabajos de deslinde de las tierras no avanzaban significativamente. Se especula que Victoriano se puso a deslindar varios lotes al mismo tiempo con el fin de cobrar más dinero por adelantado.

Esto del dinero parece que era lo que más le importaba al futuro dictador, ya que el alcalde de Papantla, Juan Manuel Vidal, y él, convinieron la subdivisión del ejido del pueblo. Los campesinos ya habían pagado 200 pesos antes a otro agrimensor. «Huerta debía cobrar a los arrendatarios una cuota fija, independientemente de la cantidad de tierra que arrendara cada uno de ellos, y (…) Vidal obligaría a algunos residentes escogidos a trabajar como peones sin cobrar salario.

El contrato no solo era ilegal e injusto, sino también perjudicial para el municipio que no obtendría nada por la venta de sus bienes raíces, en un momento en el que los fondos de la Tesorería se habían extinguido inexplicablemente». (3)

Además, el coronel se había enemistado con el jefe político de Papantla, Ángel Lucido Cambas, a quien acusaba de obstaculizar el reparto de los grandes lotes, pero «en realidad el problema de Huerta era que había hecho tratos con algunos pequeños grupos de condueños y Lucido Cambas rehusaba valerse de su autoridad para obligar a los otros condueños a cooperar con los deslindes (…) Cambas no obstruía las subdivisiones, simplemente no presionaba para que las aceptaran». (4)

El pleito derivó en que el militar junto con otros caciques, terratenientes y el propio alcalde de Papantla, demandaran al ministro de guerra que presionara a Díaz para que este solicitara a Dehesa la destitución de Cambas. Pero el gobernador respaldó al jefe político y destituyó al alcalde.

Huerta logró deslindar Cazones y Migueles, Sombrerete, Caristay y Aguacate, pero Lucido Cambas lo vigilaba de cerca para no permitirle ninguna anomalía y lo presionaba para que apresurara el deslinde, trabajos por los que ya había cobrado anticipadamente. El coronel seguía empeñado en quejarse de ser obstruido por Lucido Cambas, pero un tercer elemento enviado por el gobernador del estado a revisar el reparto, Guillermo Vélez, también se quejó de Huerta.

Total, que el trabajo de Victoriano en el cantón de Papantla fue de lo peor, al final terminó distanciado del gobernador y el estado, que lo llevó a juicio para obligarlo a pagar el préstamo que había recibido para adquirir su equipo. «Los tribunales resolvieron en contra de Huerta, pero este ignoró la sentencia. El gobierno del estado de Veracruz pasaría años tratando de que Huerta pagara». (5)

Al final, el hombre nacido en la tierra de los alacranes se fue del cantón de Papantla y en su lugar llegó el ingeniero Ignacio Muñoz, quien terminó la tarea de dividir las tierras de los indígenas de Papantla y de Coatzintla, entre ellas las del lote Poza Rica, donde afortunadamente Victoriano Huerta no llegó.

Bibliografía

1.- Blanco, José Luis. 1996 la muerte de Quihuikolo. Territorialidad en tres municipios totonacos. En procesos rurales e historia regional de la sierra y costas totonacas en Veracruz, victoria chenaut pp méxico, df: sep /ciesas.

2.- Ramírez Melgarejo, Ramón. 2002. La política del estado mexicano en los procesos agrícolas y agrarios de los totonacos. P105. Universidad Veracruzana.

3.- Kourí, Emilio. Un pueblo dividido, comercio, propiedad y comunidad en Papantla, México. 2013. Fondo de Cultura Económica.

4.- Kourí, Emilio.

5. Kourí Emilio.

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